Fredy Andrés Vargas Univio, el cordial escolta–protector y vendedor de “Coleccionables Libertadores”
#Crónica
01/11/2024
Por: Ómar Eduardo Gómez Reina
Esta densa y prolongada temporada de lluvias dificulta en grado sumo la esforzada labor de los trabajadores informales del centro de Villavicencio. Fredy Andrés Vargas Univio (Sogamoso, Boyacá, 1981) es uno de esos buscadores de la vida que no ceden en el intento. Corpulento, vendedor estacionario de figuras coleccionables, llegó desde el sur de Bogotá en diciembre de 2020, al final de la pandemia en busca de un nuevo rumbo. Él y su familia: Clara Inés Lozano, su esposa, y sus tres hijos: Emely Alexandra (12 años), Nelson Stiven (20 años) y Yenny Paola (23 años). Clara Inés es estilista, tiene un negocio llamado Belleza Integral Inclar. Viven en el Nueva Colombia, un barrio de la Comuna 4, en proceso de pavimentación, y ahora mismo en riesgo de ser arrasado de forma súbita, junto a otros cuatro barrios, por la margen derecha del río Guatiquía.
En los días álgidos del covid-19 Fredy perdió su empleo.
De 2000 a 2011 trabajó como vigilante de whiskerías y bares swinger. Del 2012 al 2020 se empleó como escolta de esmeralderos entre Bogotá y Boyacá. En “la mina” (Muzo, Quípama, Furatena, Coscuez, Otanche, Chivor y Peñas Blancas). Para ello tomó un curso especializado en la empresa de seguridad Taquemuso Swat, en Perú.
—Conducción defensiva, ofensiva, disuasiva, armas cortas, largas, protección personal a dignatarios. Ahí nos dieron instrucción israelitas, americanos, españoles, venezolanos y ecuatorianos.
También laboró como escolta adscrito a Tecniaéreas de Colombia, Tecminas, Seguridad de Colombia, Seguridad H y F, Seguridad Grancolombiana de Servicios, Seguridad Nueva Era Ltda. y Seguridad Central. Luego, capacitándose en la empresa de seguridad Swat, en Facatativá, hizo parte de un programa gubernamental focalizado en desmovilización y reintegración social de actores del conflicto armado en Colombia. Dice que, paradójicamente, el enfoque de este programa, hizo que muchas personas como él –no pertenecientes a dicho grupo poblacional–, al cabo del tiempo quedasen laboralmente relegados. Pasó hojas de vida hasta el cansancio. Finalmente, un joven vecino del barrio le hizo caer en cuenta de algo.
—Un día me di cuenta que todo lo que había coleccionado por afición se estaba dañando debajo de unas goteras. Seis bultos de figuras, monedas, billetes, antigüedades, figuras de Marvel, de Hasbro, de Mc Donalds, filatelia. Yo estaba en un lote, al frente de la casa, limpiando las figuras, y este muchacho fue el que me dijo —Oiga, usted lo que puede es llevar a vender esas figuras al centro—. Así lo hizo y aquí está “El viejo Fredy”, jovial y esforzado, en la esquina noroccidental de la Plaza Los Libertadores, de lunes a sábado, de ocho de la mañana a cinco de la tarde.
—Coleccionables Libertadores nació de una necesidad, ganas de luchar, de salir adelante, porque la sociedad no brindó en ese momento el trabajo. Todo nace es de las ganas que uno tenga de coger el bien o el mal, o las armas, ¿no? Entonces el país te plantea dos cosas, ¿o tienes trabajo, o qué haces para alimentar a tu familia?
Fredy es coleccionista desde los doce años. Empezó con unas figuritas promocionales de la vecindad del Chavo y de la Warner Bros que salían en los paquetes de comestibles Yupy. Como nos sucedió a muchos, en un borroso momento entre la infancia y la adolescencia, esas primeras piezas terminaron refundidas. De adulto retomó en serio su pasatiempo, convertido desde abril de 2022 en su sustento.
—Yo guardaba mis figuras porque Dios tenía un propósito. Llevo ya tres años guerreando en la calle, pero, vea cómo es la vida, profe, pasé de andar armado a estar tranquilo. Ahora puedo llegar todos los días a mi hogar, tranquilo, con tiempo para la familia. Hay días buenos y hay días malos. Un día compensa al otro. Los dedos de la mano no son iguales.
La clientela de Fredy llega a la misma cantidad de figuras que ofrece. Unas quinientas personas. Desde niños, que siempre llegan en compañía de sus padres –quienes suelen convertirse en nuevos clientes–, hasta adultos que rondan los setenta años. Mujeres y hombres. La razón de su sostenibilidad, enfatiza, se debe a que —la gente de grande se acuerda de sus tiempos bellos, de sus billetes, de sus monedas, de los personajes de la televisión, de las películas. Es como volver a ser niños—. Así lo corroboran dos de sus mejores clientes y amigos: Luis Alfredo Pineda, “Lucho Panini” (Santandercito, Cundinamarca, 1956), uno de los vendedores informales más antiguos del centro de Villavicencio, coleccionista de álbumes mundialistas, monedas, billetes, estampillas y carritos de colección, y el señor Gustavo Martínez (Bogotá, 1965), orientador de la Clínica Meta, quien cuenta en su haber con una colección que ronda las 6000 piezas, entre carritos, llaveros, peluches y suvenires variados.
Los precios de Coleccionables Libertadores oscilan entre $5.000 y $400.000.
—Ha habido figuras más caras, de $500.000. Figuras en bronce, en madera, en plomo. Siempre he comprado la mayor parte en Bogotá, en la séptima. Cuando trabajaba con un esmeraldero mejicano, por ejemplo, dejaba al patrón en la trece y me iba luego por toda la séptima, hasta la 26 a comprar figuritas. Así fue creciendo la colección. Yo también viví en Patio Bonito [además de Puente Aranda, Class Roma, Candelaria La Nueva y Ciudad Bolívar], entonces, cuando llevaba a mi hija a estudiar, también compraba figuritas en Las flores de Abastos. Y así.
—¿Y cómo ve el asunto de la política, Fredy?
—Pues yo he votado cinco veces. Usted sabe que uno vota es por el que cree que va a hacer las cosas mejor. Pero vea por ejemplo ahora lo de las cabalgatas, ah. ¡Qué cabalgatas ni qué nada! Aquí hay niños que se están es muriendo de hambre! Y sabiendo que en Villavicencio lo que hay es colegios que no tienen ni celadores ni aseadoras. No, no sean tan malpajorros. Y cabalgatas de borrachos y locos. No, eso no se hace.
—¿Y cómo hace con lo de la seguridad social?
—Sisbén de ministro. Sisbén C 14.
Como la mayoría de los informales del centro, Fredy acude con regularidad al sistema de préstamo ‘gota a gota’.
Al final de la tarde, mi amigo recoge la mercancía, casi dos arrobas, en una bolsa grande de tela, tipo ‘comando’. Con sus coleccionables al hombro se dirige a una bodega de un pasaje comercial en la calle de las tipografías. En estos locales, él y cientos de rebuscadores más, ponen a buen resguardo sus plantes por un costo, de acuerdo al volumen, de $1.000 a $2.000 la noche.
A pesar de los riesgos implicados para él y su familia, y de su indeclinable afecto por el mundo de los coleccionables, Fredy alberga la esperanza, y tiene la firme convicción, de que en cualquier momento se enganchará de nuevo en el negocio de la seguridad.
De forma expresa, así me pidió que cerrara esta crónica.
—La grandeza no yace en la fuerza, sino en el uso correcto de la fortaleza.
Dice que no recuerda bien si aprendió la frase como estudiante del Colegio CEID de Ciudad Bolívar, o si la escuchó en alguna de sus capacitaciones como escolta–protector.
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Perfil de Facebook de Coleccionables Libertadores: https://www.facebook.com/profile.php?id=100082070325041
Número de teléfono celular de Fredy: 3124533722.