Desaparecer a los desaparecidos: el intento vulgar de pintar un mural para borrar otro

Desaparecer a los desaparecidos

#Opinión

26/05/2025

Por: Lavinia

Borrar un mural sobre la desaparición forzada y la lucha de las buscadoras en el departamento del Meta —el segundo con más desaparecidos pendientes de encontrar en toda Colombia— es síntoma de un gobierno local frágil, que necesita seguir escondiendo la crudeza de sus pendientes (los desaparecidos) detrás de paisajes llaneros artificiales, pintados encima de algo que antes fue borrado.

Es una muestra de la debilidad de quienes prefieren jugar a dar contentillo con decisiones ordinarias, sin estrategia ni comprensión de lo político. Como si gobernar fuera administrar la casita del patriarca, acudiendo a la política del regaño como la forma más creativa de demostrar autoridad y control.

La desaparición forzada es el macabro resultado de hombres frágiles, ocultos tras ideales vigorosos. Hombres para quienes fue insoportable escuchar la diferencia, para quienes fue más importante obedecer y recibir recompensas mundanas que respetar la dignidad humana. Hombres que, creyéndose dueños del poder, pretendieron borrar para siempre el rastro de una palabra,
de un cuerpo,
de una vida.

El ocultamiento como forma de rechazar lo conflictivo tiene un costo alto: el de convencernos que arrumar, suspender, dejar como pendiente aquello que es insoportable va a quitarnos “el problema”.

¿Ocultar algo hace que deje de existir?

Ocultar un cuerpo —tirándolo al agua, desmembrándolo, enterrándolo a escondidas— como ocurrió de manera generalizada en el departamento del Meta, no ha hecho desaparecer a las familias, colectivos, organizaciones, personas de la sociedad civil e instituciones que, día tras día, trabajan por encontrar a los desaparecidos.

Tampoco han desaparecido los cadáveres ocultos en algún lugar del suelo que pisamos. Si el cadáver se deshizo, no desaparecerá de la memoria de los vivos.
Y si ya no queda memoria del vivo,
no dejará de existir en la palabra que queda escrita.

Borrar un mural que representa la gran contribución, el liderazgo y los esfuerzos emblemáticos de mujeres y familias en Colombia para encontrar a los desaparecidos es un intento flácido de eliminar una realidad que, en el departamento del Meta, nos acompaña íntimamente. Es, además, una horrorosa continuación de la lógica del ocultamiento como forma de reaccionar ante lo que se considera “el enemigo”.

El mural de la campaña “Las cuchas tienen razón”, más allá de debates sobre estética u oportunismo, nace de una expresión colectiva en respuesta al caso de Antioquia, específicamente a la fosa común de La Escombrera, donde se encontraron restos óseos de al menos cuatro personas.

Las contribuciones puntuales de las mujeres buscadoras y de las organizaciones acompañantes permitieron avanzar en las intervenciones forenses y dar con fosas en las que se hallaron cuerpos de personas desaparecidas, esclareciendo hechos investigados y denunciados durante años por los familiares.

Desconocer ese acontecimiento nacional —que viene de una región “hermana” en la realidad de la desaparición forzada— y desperdiciar la oportunidad de enviar un mensaje desde la responsabilidad local, siendo alcalde de la capital del segundo departamento con más casos de desapariciones forzadas, es una muestra clara de la incapacidad para ser un administrador municipal siquiera aceptable.

Pintar encima de esa realidad un paisaje llanero, e intentar engañar a la ciudadanía de Villavicencio diciendo que el mural de las vacas es más «llanero» que la frase “Las cuchas tienen razón”, no elimina el gran vaho de cuerpos pendientes en la atmósfera del Meta:
bajo el cementerio central de Villavicencio,
en las instalaciones de Medicina Legal,
debajo de monumentales edificaciones construidas en nombre del desarrollo,
o quién sabe si debajo de los pies de quienes, al trote, son disciplinados para acumular más muertos.
Bajo el palo de mangos dulces,
el de pomarrosa,
el que da limones.
Debajo de nuestros pies.

Bien harían el municipio y el gobierno departamental en no perder tiempo ni recursos borrando murales, censurando a las familias y a la sociedad que respalda la búsqueda. En cambio, acatar las directrices internacionales y nacionales, como de sus ciudadanos para hacer frente a los graves problemas que enfrenta la búsqueda de desaparecidos en el departamento del Meta, con acciones informadas y contundentes, con escucha activa a las familias, a las buscadoras, a las instituciones que necesitan con urgencia todo el respaldo del gobierno local para responder a los casos de miles de familias que se están muriendo sin saber qué ocurrió con su ser querido.

Ocultar nunca será resolver.
Con lo que asusta es mejor la curiosidad antes que la negación,
eso que jugamos a eliminar ignorándolo regresará siempre.
Tapar más de 12.000 desaparecidos en el Meta con el desgastado recurso del paisaje llanero es ridículo e inútil.

*Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad de la autora y no necesariamente reflejan la posición del medio.

Lavinia

Soy de Villavicencio. El revés muestra una esperanza atroz en donde el ojo no había asomado, un poco de curiosidad y se hará un vesubio en casa. 

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