El peso de la guitarra
#Recomendación
11/12/2024
Por: David Díaz
Habitar El peso de la guitarra no es solo explorar las vicisitudes de Julián Quintero y su precipitada existencia, sus luchas internas, sus amores, su familia y sus sueños; es escudriñar, desde el trasegar de este joven músico, múltiples acontecimientos que coinciden en un territorio; es el designio de la conquista de una victoria bajo la penuria de abandonar su pueblo natal; es, además, enfrentarse a la escabrosa necesidad de tener éxito en una sociedad triunfalista con mediocres ideas de lo que es el progreso, porque ser músico es una metáfora de prosperar con el arte.
Quienes decidan residir en este libro hallarán una concatenación de líneas lúcidas que exponen arrumes de loza como edificios, monstruos de arena, calles convertidas en ríos, bibliotecas repletas de libros sin leer, la hospitalidad de una casa cayéndose, el encanto en la desnudez de una construcción abandonada, el caprichoso dios del tiempo y el arribismo de supeditar las interacciones sociales al dinero.
Recorrer esta novela es encontrar una estética sin poses, sin grandilocuencias, una propuesta de morar en el sentir de lo cotidiano, en el decaimiento de sobrevivir en un país marcado por la exclusión de lo diferente y la acostumbrada inverosimilitud del día a día; es vivir la indignación del exceso de noticias monótonas atravesadas por la violencia, pero que son reemplazadas por otras en instantes; es observar el cinismo de politiqueros ególatras y su séquito adulador; es buscar redención en el delirio y ostentar la premisa anacrónica de la colonización; es existir en una ciudad de represión donde lo incómodo se demuele; es revelar una ciudad de contrastes que pretende disimular la mezquindad romantizando la pobreza, que acalla y relega —por la estupidez de sus mandatarios— a quienes la habitan, una ciudad esquiva, frenética y herida que, en ocasiones, apela a la benevolencia.
Pero así mismo es la experimentación de la poética de los espacios, una serie de sucesos en los que el territorio es esencial, y el paisaje es el acontecer de la belleza. Es la ternura de una anciana desconocida, la apasionada tentación de lo prohibido, la dulzura del revanchismo, la indiferencia ante el deseo que transige por las muestras de cariño y por la desilusión; es un relato de guerras invisibles, no solo al escrutar las hazañas de Julián sino porque lo que subyace en el texto devela la hostilidad en contra de una ciudad, en contra de personas a las que intentan alienar a diario con el anhelo de comer; es la denuncia de la afrenta contra una casa que pretende salvarse de la inclemencia, de la desidia de individuos que no entienden su valor y solo ven en ella la posibilidad de réditos, una casa que pervive por la fuerza de la memoria de un lugar en el olvido, una casa que es al mismo tiempo muchas casas.
Morar, recorrer, habitar y residir son actos usuales al ingresar en una historia donde el territorio es protagonista. El libro que tiene en sus manos logra atrapar el tiempo y el espacio en palabras mediante una apuesta que combate el olvido de causas aparentemente vacías. Es un impulso desde la íntima necesidad del autor a partir de la memoria, del recuerdo. En palabras de María Mercedes Carranza es esa “lenta mirada sobre territorios muertos”.
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El texto anterior es el prólogo que escribí para la novela El peso de la guitarra de José Vargas, lo publico como recomendación para que lean ese íntimo libro.
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