La Pandilla

La Pandilla

A poco más de quince días de las elecciones regionales en Colombia, en donde lo más pútrido de la clase política de este país mil veces condenado a las desgracias y al mal gusto, el panorama por la alcaldía de Villavicencio y la gobernación del Meta es una vez más sombrío por culpa de una clase y casta política corrompida hasta el tuétano. Los que desfilan y se pavonean en camionetas blindadas y reparten abrazos, besos y esgrimen cuanta impostura refrita en las canchas de los barrios y los municipios, son el mismo mal que por años han sumido en el abandono y han empobrecido a miles de personas por gestiones mediocres que solo han beneficiado a familiares y a amigos contratistas. 

Los candidatos y candidatas a la gobernación del Meta son una clara muestra de la podredumbre. Darío Vásquez, el señor bigotes, es un raro espécimen que no entiende que su tiempo ha pasado y que los relevos generacionales son necesarios. Dueño de toda clase de imposturas representa esa clase política de antaño; Darío es, en síntesis, lo que ya pasó, lo que un día fue y no funcionó, lo que en su momento no solucionó problemas estructurales y contribuyó a empobrecer a los metenses. 

Darío debería estar listo para disfrutar de su familia y de su capital económico ganado en su “transparente” vida pública. Incluso, si es que no le han alcanzado las pilatunas para hacerse de una jubilación tranquila, podría explorar el camino del emprendimiento. Ese mismo camino que miles de metenses se ven abocados a diario ante la falta de empleos dignos y de oportunidades, porque en una región estancada en las promesas, el emprendimiento es la romantización del desespero ante la falta de empleo. 

Marcela Amaya vuelve a aparecer en el escenario, quiere volver de nuevo al primer cargo del departamento para proteger los intereses de su esposo y los primos de este, e incluso, para asegurar la maquinaría para que su sobrino político repita Senado, o quién sabe, hasta ser el remplazo de ella y así el negocio se siga perpetuando. Qué mal tan grande deben estar pagando los llaneros para que esta señora quiera volver, para que los desfiles de contratos para los Pérez y amigos sigan y sigan, para que la plata no se detenga en la familia. 

El negocio da tantos réditos que si uno se detiene a mirar quiénes se están peleando la gobernación y la alcaldía de Villavicencio, es fácil darse cuenta que durante la administración de ella muchos de ellos y ellas tuvieron relación directa. Estuvieron ahí comiendo amojonados como ratones arrancándole pedazos a esa mole de queso. El querer repetir de Marcela es como la historia del pillo que quiere volver a meterse a una casa porque la última vez que lo hizo le faltó sacar el televisor de la habitación del fondo. 

El descaro de la gente que se autodenomina “de bien” es tan profundo que raya hasta con el cinismo, incluso, con la estupidez. Hace unos días una colega entrevistó al niño Wilmar Barbosa, el mismo que nunca sabe nada, que no entiende las cosas, que mira confundido y el que dice, como en aquella entrevista, que no solo en su administración no hubo agua en Villavicencio, sino que hace veinte años tampoco y que ahora menos. Lo dijo así, con desparpajo. Esa gentuza escupe en la cara de la gente y miles de ellos andan idiotizados por los políticos, como Wilmar, y los defiendan a ultranza.

Las fotos de las redes sociales dan cuenta de un montón de personas sosteniendo cartelitos con la W de ‘webones’ y no me salgan que esa palabra se escribe con la ‘g’ porque si son capaces de seguirle lamiendo los zapatos a quienes los han tenido en el abandono y el atraso, pues yo soy capaz de escribir como me dé la gana y de jugar con la estética. Salud, maestro León de Greiff. ¿Cómo les creen? O ¿Por qué les creen? ¿Son ‘webones’ de verdad? El político los empobrece, les acaba las fuentes de empleo y luego en campaña les prometen uno que otro ‘puestico’ en la administración pública a cambio de campaña. 

Luego, aparece la desconocida Rafaela Cortés, la mujer que por arte de magia, en un abrir y cerrar de ojos, en una caída de avioneta para que un avionazo como Juan sin miedo la convenciera para que reemplazara a su marido. Como un títere va por los municipios con el verde y rojo, es que ni en la colorimetría tuvieron algo de decencia. Son tremendamente descarados. Ella y un montón de funcionarios de la actual gobernación pregonan y agitan banderas, se suben a los altares morales, vociferan y Zuluaga ordenando al garete que la maquinaria de la gobernación se mueva. Rafaela tiene que ganar, el actual gobernador no puede perder.

Incluso, el mismísimo ruin de Felipe Harman también tiene el hocico metido para ganarse esa gobernación. Ahí tiene a Barreto y a los otros dos chiflados luchando, pero no pueden, son leves, han llegado a la vida adulta por el milagro de cumplir años. Y, entonces, desde la alcaldía sale y sale plata porque el cambio es imparable, cambio para que sigan con sus negocios, haciendo alianzas con el que sea, hasta con Juan Guillermo y Andresito y olvidándose de lo que un día fue y pregonó, porque el billete es delicioso. 

Como ese par de muchachos no pueden, mejor dicho, no pudieron, pues la máxima figura de la renovación de esta sedienta ciudad chasqueó sus dedos para que una de sus títeres favoritas fuera y le diera besos y abrazos al Bigotes. Canallas. La gente los aplaude, les llenan plazas públicas y los colegas hacen el juego en los medios de comunicación, porque si unos quieren un puesto para hacer cualquier cosa en la administración, los otros quieren pauta sin importar la autocensura. 

Este mes habrá ganador y/o ganadora en la gobernación, saldrá de esa pandilla de cuatro que dicen odiarse, pero que en realidad son amigos, son socios y hasta delinquen con nombres prestados, con empresas de papel y un fin de semana antes de las elecciones uno de ellos le va a vender la gobernación al que más billete ofrezca y al que a futuro más los deje comer en el festival de la contratación pública.

*Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición del medio.

José Vargas

José Vargas

Estudió periodismo para preguntar porque nunca entiende nada y no sabe nada. Es escritor porque en la ficción todo lo entiende y puede dejar de preguntarle a otros para preguntarse él. Escribe cuentos, novelas y cuanto relato se le ocurra para alejarse de la tragedia de ser colombiano. Escribe notas de opinión e investigaciones periodísticas para convencerse que la tragedia tiene forma de político bonachón y ladrón. La tragedia de la realidad es directamente proporcional a la realidad trágica de escribir en un mundo que ya no lee.

Compartir