Los cómplices del poder

Los cómplices del poder

#Opinión

30/08/2025

Por: José Vargas

Es una camorra, una especie de cartel, de banda que conciertan a quién le corresponde qué pedazo, los precios de las cotizaciones, la información que saldrá y la que no. Es una pandilla bien organizada que no vende bazuco en las esquinas, pero se venden ellos, su dignidad y cultivan un producto apestoso que algunos compran. Son lobistas profesionales, tienen fichas dentro de las instituciones para armar contratos a su medida, saben de porcentajes, de coimas, conocen bien cómo repartir la plata y a quién lamerle las botas. Se trata de una gleba de “periodistas” que son parte de las nóminas mafiosas del poder, se autocensuran por unos pesos y se hunden en la mierda.

Empezaron sonriendo a uno que otro político que les lanzó unas migajas, luego vinieron los contratos de prestación de servicios, pasaron por crear alianzas para defender lo indefendible y ahora han creado una orquesta que planifica desde las entrañas del poder cómo alinear todo para lavarle la cara a ese político que los compró, por quien les han mentido a sus audiencias y hasta se dejan dar en la jeta. Se dieron cuenta de que el negocio es confabularse para pactar con un gobernador, un alcalde o un director de alguna entidad las estrategias de comunicaciones para vender la imagen del político y atacar la crítica.

Desde arriba dan la orden para que direccionen el contrato a un “periodista” y ese reparte y reparte entre sus compinches la plata. Desde ahí empieza la maquinaria que teje “verdades”, postea fotos, videos, publicidad de acciones vacías y que no solucionan problemáticas sociales, vallas en las vías públicas, transmisiones en vivo y hasta contratan “influencers”, todo con plata suya y mía. Atacan al periodista que se atreve a investigar a su “patroncito”, le declaran la guerra, le cierran las puertas para que nadie lo contrate, lo vapulean y ningunean, hasta son capaces de irse a los puños entre ellos.

Van por las calles alardeando como buenos machitos quién tiene mejor camioneta, la mejor ropa, el reloj más caro y el celular más ostentoso. Son como los pequeños traquetos que en los 90 hacían lo mismo cuando los grandes mafiosos los dejaban medianamente crecer y los usaban en aras del testaferrato. Se entrevistan entre ellos, se autocrean imágenes mesiánicas de quién habla más fuerte, de quién tiene más seguidores y más “likes” y se ufanan de quien es el ungido del politiquero.

En Villavicencio durante los cuatro años de gobierno de Felipe Harman se repartió tanta plata a un sector de la prensa que ni la misma administración sabía cuánto era. Primero se dijo que eran $2.998.159.886 de pesos, pero la Secretaría de Hacienda hizo cuentas de $3.493.694.132 de pesos y la Oficina de Contratación reportó $5.099.702.834 de pesos. Todo ese maremágnum de cifras recolectado tras decenas de derechos de petición y tutelas ante las artimañas de Harman -el alcalde “progre” y el de la administración de las puertas abiertas- para que no accediéramos a la información.

Un altísimo porcentaje de ese dinero fue repartido entre un grupo de medios de comunicación digitales que conformaron la camorra de la información para lavarle la cara a Harman y atacar con furia a la crítica. Allí en ese grupete estaban y siguen estando para otros negocios actuales; Villavo al Revés a la cabeza de Mauricio Salinas, el mismo al que le adjudicaron contratos en Alborada en procesos en donde la madre de su hija también cotizó con cifras muy similares; Decibeles FM de Edwin Jiménez, uno de los figurines principales de la camorra (ahora repartiendo contratos de pauta desde la ANT que se direccionan y otorgan por órdenes de compra desde la RTVC); James García (James informa); Steven Liévano (ahora “dueño” de la publicidad de un municipio del Meta como se autodefine); Vive el Meta y el Grupo La Independencia (que un día defendieron a Harman y ahora son disidencia porque ya no les dan plata y se acordaron de criticar el poder); Wilmer Albeiro Páez (un desconocido que en pocos meses ejecutó más de 200 millones); Villavicencio Día a Día, “Que Paso en Villavo” (que lo escriben mal, lo saben y no son capaces de corregir su error ortográfico), Yulieth Poveda (la consentida de Harman que en su momento se quedó con Noticias de Villavicencio) y otros que recibieron menos plata porque son menos amigos o porque no se dan cuenta de cómo se reparten los grandes trozos del negocio.

Así se han organizado porque “plata llama plata” y es todo lo necesario; la gente, las audiencias: ¡Qué se jodan! El poder lo tiene el que desde arriba direcciona los recursos y ellos, los “periodistas”, manejan la información de acuerdo con un plan bien estructurado, al menos, para repartirse la plata porque si funciona o no en las “masas” la estrategia comunicativa eso es otra cosa.

En el municipio de Puerto Gaitán, tradicional y muy sonado en el mundo de la contratación, especialmente en cuanto a eventos y festivales se refiere, han aparecido contratos grandes que se usan para repartir el dinero entre varios subcontratistas. Es el caso de Steven Liévano, quien maneja -según sus propias palabras- la contratación de la publicidad porque el alcalde del municipio se la entregó. En un audio digno de escándalo y que será sepultado por sus compinches, manifiesta tres hechos tan lamentables como dolorosos para la profesión.

En primer lugar, que si es verdad que “le entregaron la publicidad” habría contratos direccionados a su favor para cumplir con ese propósito, lo cual, de ser cierto, es un delito. Segundo, que adicionalmente si hubo un “pacto” entre un “periodista” y un alcalde para repartir el dinero de la pauta oficial y la publicidad y de cómo debe ser asignado entre periodistas subcontratados evidencia cómo se han confabulado con el poder. Y, tercero, que los subcontratados se autocensuraron por “chichiguas” como lo define Liévano en el audio. Es decir, habría una empresa con un patrón que direcciona contratos (alcalde), un “periodista” corrupto y subcontratistas autocensurados por 1, 2 o 3 millones de pesos. Ese es el costo de silenciar la verdad.

Por otra parte, Steven Liévano dice manejar 150 millones de ese municipio en publicidad y que solo para los medios digitales son 60 millones. Además, al final de su audio manifiesta que hay gente a la que le dan plata para que “no ‘chimbie’ y ya”, esto es como si la plata la regalaran, como si ser periodista fuera una moneda de cambio para recibir algo. Si el comunicador está incomodando le dan algo de dinero y lo alinean. Todo esto con plata pública.

Así mismo, está el asunto ético, aunque eso a esa camorra de “periodistas” no le importa, porque de ser así otro sería su actuar. En el audio queda claro que lo importante es trabajar todos en la misma dirección, lo cual no es algo grave, lo grave es que todos “en combo” reciban plata para lavarle la cara a un político, hablar bien de un festival y no publicar nada de los aspectos negativos o dudosos de una administración. Es decir, la autocensura. Adicionalmente, ese dinero público que ha servido para silenciar la prensa, darle bombo a un mandatario, no criticarlo y no hacerle preguntas incómodas ha tenido destinatarios específicos muy bien organizados para trabajar para esos fines; lo que demuestra que defienden el periodismo cuando hay pauta o publicidad, luego van a desangrar otra institución manejada por un político que necesita de esos “favores”. Y así, esa mafia de amiguitos y amiguitas del poder y de la plata se les olvida la esencia de la profesión.

Enrumbados, encamorrados y encombados van de administración en administración vendiendo su mejor producto, el silencio de la verdad. Ahora venden publicidad de festivales que le cuesta mucho a la ciudadanía, pero no desafían el poder, no le preguntan lo incómodo al gobernante, se dan en la jeta, alardean como pequeños bribones quien es el dueño de la publicidad, quien es más amigo del alcalde, quien reparte más plata o “chichiguas” y entre ellos se tapan todo y cuando alguno quiere más pastel lo sacan del selecto grupo. Cuando desaparece la pauta se acuerdan de hacer crítica al poder, de su deber de cuestionar y empieza el aluvión de contenidos desfavorables cuando antes todo era amor editado.

El político hampón necesita quien le oculte sus fechorías y existen los “periodistas” que se dejan comprar por unos pesos. Las estructuras mafiosas que un día la prensa cuestionó hoy la replican, porque el problema no era la corrupción, sino estar afuera de sus mieles. La mafia política de la región los usa como papel higiénico y algunos sectores de la prensa lo saben, ya no son periodistas, no deberían usar ese bello calificativo; son lobistas, vendedores, camorreros y corruptos que usan el periodismo para sacar provecho porque no sienten la profesión, no les duele, solo son ellos, sus likes y sus chichiguas. De periodistas, si es que alguna vez lo fueron, pasaron a ser cómplices del poder.

*Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición del medio.

José Vargas

José Vargas

Estudió periodismo para preguntar porque nunca entiende nada y no sabe nada, por admiración a Jaime Garzón y por creer que alguien tiene que contar la historia. Por convicción es cuentista y novelista, más y mejor lo primero que lo segundo. Escribió su primera novela inspirado en el Llano colombiano e influenciado fuertemente por el tiempo, el territorio y el realismo. El susurro de las tripas fue publicado en tiempos de pandemia con Nueve Editores, editorial con la que repitió su segunda novela, El peso de la guitarra. Desde inicios del año 2023 vive en Argentina, en donde escribió su nueva novela Las tareas de Simón, un acercamiento al estilo surreal e informal que ha buscado por años.

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