Macron quiere la guerra

Macron quiere la guerra

#Opinión

06/03/2025

Por: José Vargas

“La amenaza rusa está allí y afecta a todos los países de Europa… Rusia convirtió el conflicto ucraniano en un conflicto mundial”, esas frases las pronunció Emmanuel Macron ayer 5 de marzo en una alocución nacional en la que relató que Francia, Europa y el mundo están en riesgo. Ese discurso no merece que sea pasado por alto, no es un acontecimiento menor y debe ser revisado con detalle.

El eje central de los casi quince minutos de palabras de Macron a los franceses y francesas fue Rusia, el riesgo que este país representa y la urgente necesidad de tomar medidas. Si bien en las guerras no debería haber buenos o malos, ya que el único fin de ella es servirse así misma, la guerra moderna, como nunca la hemos visto, es el peor escenario para el mundo contemporáneo.

Con potencias mundiales poseedoras de armas de destrucción masiva, casi todas en el mal llamado “primer mundo”, con un impredecible Donald Trump, con una China robustecida económica y militarmente, con pequeñas potencias dispuestas a hacerse un lugar en el mundo, así sea por la fuerza, como Corea del Norte, con Medio Oriente en llamas y con una Europa desvalida de líderes capaces de apaciguar los caldeados ánimos aparece un Macron incapaz de aceptar su realidad.

Y es que ese es el punto central del debate que debe ser abordado con detenimiento, la realidad actual y cómo aceptarla, evitarla o rechazarla, ojalá que no por la fuerza. El conflicto en Ucrania no es más que una muy peligrosa apuesta de occidente por debilitar a Rusia para que cuando el conflicto, el verdadero, entre Estados Unidos y sus amigos contra China se produzca en un futuro cada vez más cercano. Rusia, debilitada, no pueda ir en auxilio del gigante asiático.

Los cientos de miles de hombres y mujeres que han muerto, los mutilados, las niñas y niños huérfanos en esa guerra no han sido por la libertad y la democracia de Ucrania, lastimosamente todo es en vano, porque no es por ellos que se ha librado el conflicto, solo ha sido para apaciguar a Rusia y romper sus lazos con China. Que la prensa occidental y pagada esté repitiendo hasta el cansancio que todo es por los y las ucranianas y las redes sociales estén inundadas de apoyos estériles para este país vendido como la víctima, que en realidad lo es, no niega que la guerra pudo haberse evitado.

La guerra en Ucrania es tan innecesaria como necesaria, depende de quien la vea, desde luego. Es totalmente injustificada porque no les sirve a los ucranianos, ni para bien ni para mal y son ellos y ellas justamente los más afectados. Por otro lado, es muy útil porque ha servido a las grandes corporaciones armamentísticas ya que los cientos de miles de millones de dólares “donados” por occidente han servido para pagar armas que luego llegan a Europa, es decir que esos dólares no ingresan a Ucrania, lo hacen en forma de armas y desde luego el más grande ganador del mercado de armas es quien las vende, no quien las posee.

China y Estados Unidos están en una posición inmejorable, los dos bloques emergieron, hoy son más visibles que nunca y el mundo bipolar está demasiado marcado. Finalmente, está el papel de Rusia, que es casi como Ucrania, alguien los usa, aunque en menor medida y con mayor capacidad de toma de decisiones, pero ellos en lugar de estar debilitados dan muestras claras de estar muy fortalecidos. Lastimosamente ganó el criterio de quienes querían que el conflicto estallara y esto sucede por tres razones.

En primer lugar, el interés supremo de occidente es China, como el mismo Trump y sus asesores, incluso el viejo Biden -quien nos metió en esto- lo han reconocido abiertamente. El país asiático es el objetivo porque es en el corto plazo la potencia que amenaza la hegemonía de Estados Unidos. No es la democracia, ni la paz, ni la justicia ni nada de esos discursos, es básicamente una lucha por la posición de poder en el mundo, es una lucha por conservar el dólar como la mayor moneda de intercambio comercial y que el eje del planeta siga siendo occidente.

Estados Unidos sabe que no es tan fácil ir a la guerra contra China, es necesario debilitarla y eso no solo se cumple mediante una guerra comercial, como la que ha emprendido de nuevo Trump (la primera no le salió nada bien y mucho menos al mundo), también es necesario aislarla, lo cual no ha dado resultado, porque China hoy está más que presente en todo el planeta. Entonces, ese “primer mundo” entendió que era necesario desarticular a Rusia para que cuando la guerra entre las dos potencias mundiales (Estados Unidos y China) explote; los rusos no pueden auxiliar a los chinos y Europa obtenga más recursos naturales baratos de Rusia. Todo un ajedrez geopolítico con cientos de miles de muertos que a casi nadie le importan.

En segundo lugar, porque la vieja Europa carece, como siempre, de recursos naturales y Rusia tiene de sobra, entonces es más fácil ir por ellos negociando con pequeños Estados (como la desintegración de Yugoslavia) que negociar con el astuto Putin. La apuesta, entonces, fue correr la frontera oriental de la OTAN hasta que impactara de manera indirecta con la rusa y, desde luego, estalló el conflicto dejando a Ucrania de por medio.

En tercer y último lugar, porque la guerra le convenía -como siempre ha sido- a Estados Unidos, a sus empresas, a su industria armamentística, a su dólar, a los medios de comunicación corporativos que siguen vendiendo titulares y, ante todo, a la economía del Tío Sam que estaba mostrando signos de recesión y que milagrosamente salió de ella. Aclaro que no defiendo a Putin, porque él también jugó sus cartas y lo hizo muy bien.

El problema de todo esto es que ahora Europa, la que siempre le ha dado al mundo conflictos globales catastróficos, se siente amenazada y aquí es donde las cosas no cuadran. Hace tres años Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, decía que las sanciones tenían a Rusia contra las cuerdas y que en poco tiempo Putin estaría acabado. Luego, que el ejército ruso no tenía suministros y retiraba chips de lavadoras para instalarlos en sus misiles y afirmaba que durante este tiempo los rusos morían por miles. Hoy un irresponsable Macron dijo abiertamente que Rusia tenía casi un millón y medio de hombres en armas, que su arsenal se había multiplicado, que los tanques se contaban por miles, que cientos de cazas se habían incorporado a su Fuerza Aérea y que la paz de Ucrania y de la misma Europa es la pacificación de Rusia; que no es otra cosa que someterla. Peligroso.

Entonces lo que se repitió en los medios de comunicación de la casi derrota rusa, que Ucrania peleaba sola, sin la ayuda de nadie y que el problema solo era de Europa y que no se tenía que meter nadie más, como Olaf Scholz, canciller alemán, sugirió en el 2022 en clara referencia a China no fue más que una mentira. Todo esto se derrumbó con las palabras, repito, de un irresponsable Macron, decir que el mundo está en riesgo, que Francia corre peligro y las luces europeas, cada vez más difusas, tienen un poderoso enemigo que hace tres años desarmaba electrodomésticos para armar misiles, no es otra cosa que la patética aceptación de que la narrativa se cayó y ahora sí el problema es del mundo entero.

¿Por qué con los acuerdos de Minsk esa poderosa Europa no selló la paz para Ucrania y a su vez para el continente mismo? Porque creían, en ese momento, que la guerra que desataron se podía ganar, le ordenaron al cada día más idiota de Zelensky que no firmara nada, que levantara a sus enviados de la mesa, que sus amos europeos y norteamericanos lo iban a apoyar hasta el último momento y que el tan anhelado fin de Rusia era inevitable. Hoy, tres años después tenemos que ver con desconcierto como la “jugadita” geopolítica a la camorra europea les salió mal y entonces todos y todas en este mundo debemos pagar.

Llegó Donald Trump, quien ha destapado como casi nadie se imaginó sus cartas, lo hizo en público humillando a su lacayo Zelensky en vivo y en directo, confrontó a Keir Starmer, primer ministro del Reino Unido en el mismo salón en el que trapeó el piso con el presidente de Ucrania, a quién en tono irónico le preguntó si los ingleses podían solos con los rusos. Todo esto pasó en menos de una semana y ahora la vieja Europa está en problemas, Macron habla de desplegar sus armas nucleares para proteger al mundo entero, de enviar tropas a Ucrania, de ampliar el presupuesto para sus ejércitos y de hasta ignorar a Washington.

Macron es un loquito suelto con armas de destrucción masiva totalmente frustrado, incapaz de reconocer que se equivocaron, que su apuesta salió mal, que es necesario pactar la paz ahora para evitar la confrontación con los rusos con un Putin a la cabeza y dispuesto a todo. Macron quiere la guerra, la misma que ha alimentado desde su primer mandato, la que pudo haber evitado, la que tanto les ha costado a las desgastadas finanzas europeas y la misma que ahora tiene al mundo en vilo por culpa de una banda de irresponsables armados hasta la médula y que hoy gritan “Peligro”.

El discurso de Macron, con o sin intención, le deja el camino a Trump casi libre para decirle al mundo que él puede traer la paz, que Europa perdió la guerra, que sus palabras son un reconocimiento fáctico y que ahora el mundo debe cerrar los ojos, apretar los dientes y esperar el impacto, uno que ojalá no se produzca, uno que hará sufrir a cientos de millones de personas, uno que indudablemente despedazará a Europa. El presidente de Francia quiere la guerra porque tiene su pellejo político empeñado en ella, la capitulación de Ucrania no es otra cosa que el fracaso; no solo de él, sino de varios líderes europeos con las elecciones a la vuelta de la esquina. Una vez más la guerra les puede salvar sus intereses particulares así el mundo se vaya al carajo, no les importa, lo saben y por eso Macron quiere la guerra.

*Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición del medio.

José Vargas

José Vargas

Estudió periodismo para preguntar porque nunca entiende nada y no sabe nada, por admiración a Jaime Garzón y por creer que alguien tiene que contar la historia. Por convicción es cuentista y novelista, más y mejor lo primero que lo segundo. Escribió su primera novela inspirado en el Llano colombiano e influenciado fuertemente por el tiempo, el territorio y el realismo. El susurro de las tripas fue publicado en tiempos de pandemia con Nueve Editores, editorial con la que repitió su segunda novela, El peso de la guitarra. Desde inicios del año 2023 está exiliado en Argentina, en donde escribió su nueva novela Las tareas de Simón, un acercamiento al estilo surreal e informal que ha buscado por años.

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