Oye, Luis Carlos, todo es cuestión de dinero

Oye, Luis Carlos, todo es cuestión de dinero

#Opinión

07/10/2024

Por: José Vargas

Lo sucedido la semana pasada con Luis Carlos Vélez en La FM de RCN Radio es la muestra de que la crisis del periodismo -tan en boca en el mundo entero- no puede ser atribuida a los consumidores y consumidoras de los medios de comunicación como torpemente han insistido desde diversos sectores de la prensa. Hace unos veinte años se empezó a mencionar que hay una crisis de enormes proporciones y que en buena medida se debe a que la gente lee poco y a que las redes sociales han cooptado espacios haciendo que las audiencias prefieran otros contenidos en vez de información de “interés” o noticiosa. Cuanta mentira en esas afirmaciones.

En primer lugar, hay que derribar el mito de que las redes sociales tienen toda la culpa en esto; nunca en la historia los medios de comunicación habían podido acceder a sus audiencias en tan poco tiempo como ahora y todo gracias a las redes sociales. La prensa ha encontrado un aliado insuperable en plataformas como Facebook, X e Instagram para difundir sus contenidos en cuestión de segundos. Atrás quedaron las esperas de horas y días para que un noticiero o estación de radio diera a conocer detalles de un suceso de relevancia. Ahora bien, si el uso de esas plataformas digitales por parte de la prensa es adecuado o no, eso hace parte de otra discusión.

En segundo lugar, la mediocre afirmación de que la gente no lee y que por eso ya no hay un consumo de la prensa tradicional es el embeleco más rebuscado de la historia. Si bien es cierto que las cifras de lectura son muy bajas en Colombia en comparación con países como México y Argentina, según la Cámara Colombiana del Libro y, que ese bajo promedio de lectura genera una especie de “ansiedad social” que privilegia los contenidos cortos afectando el consumo en otros canales como la radio y la televisión y, desde luego, la prensa escrita, hay muchos ejemplos que evidencian que esto dista de la realidad.

Los medios de comunicación hegemónicos que se han cerrado alrededor del mundo tenían algo en común: posturas editoriales refritas o simplemente no dieron el salto digital. Por otra parte, en Colombia, los medios de comunicación más reconocidos pertenecen a los grandes conglomerados económicos y tienen una postura clara, no son progobierno, son prosistema y en ese sentido hay una dependencia económica y en menor medida política.

Es decir, y para explicar bien la idea, es importante entender que los políticos, sea cual sea la escala: local, regional o nacional, son producto del sistema económico que rige los territorios y no provienen en su totalidad de proyectos políticos, esto último, en la mayoría de los casos es lo subsecuente. Son los intereses económicos los que rigen la agenda política de cualquier lugar y consecuentemente se crean plataformas para que desde la política manejen, controlen y aseguren esos “privilegios”.

En ese juego de poder está la prensa como amalgama y surge de manera incontenible la pauta oficial que se ha convertido en un instrumento deleznable para manejar a los medios de comunicación y a periodistas a su antojo. RCN Radio y sus emisoras han sido durante años dueñas de una buena parte de la repartición de dineros públicos para hablar de los gobiernos y los gobernantes, facilitando que el sistema se perpetúe sin ningún tipo de crítica más allá de una que otra pregunta medianamente incómoda y esporádica.

Según Valora Analitik, RCN (radio y televisión) de la Organización Ardila Lülle facturó en el año 2023 $755.331 millones de pesos, pero al mismo tiempo, sus pérdidas fueron de $53.132 mil millones de pesos. En el primer semestre de 2023 el gobierno de Gustavo Petro gastó aproximadamente 6 mil millones de pesos en pauta oficial de acuerdo a una investigación de La Silla Vacía, de ese total el gasto en los grandes medios de comunicación fue de cero pesos, el 84 % se destinó a RTVC y lo restante a medios independientes. En comparación, en el primer semestre de 2022, bajo el gobierno de Iván Duque, el gasto fue similar, pero el porcentaje de repartición para grandes medios como Caracol y RCN fue del 69 %, a RTVC el 18 % y lo restante en pauta digital de canales propios.

Esto, desde luego, genera muchas presiones que terminan por afectar la línea editorial del medio de comunicación, es decir, definen lo que se dice y lo que no se dice. He aquí, de manera clara, cómo la prensa se convierte en prisionera del poder porque la pauta oficial -que no es todo el ingreso bruto- es un segmento importante para las finanzas, sobre todo del muy golpeado RCN y sus empresas vinculadas.

Cuando ese equilibrio entre intereses económicos y poder político sufre la más mínima variación se presentan conflictos. El 21 de noviembre de 2021 Luis Carlos Vélez desde Glasgow, Escocia, cubrió la COP26. Ese viaje se hizo en el avión presidencial y los gastos aparentemente fueron cubiertos en su totalidad por la casa presidencial, tanto para él como para los demás periodistas invitados. Eran las épocas de Iván Duque como presidente y los intereses entre el poder y los conglomerados económicos estaban de “luna miel”. Vélez trinaba, transmitía en vivo desde la ciudad escocesa y defendía la cumbre climática.

Publicación de Luis Carlos Vélez en Twitter – 02 de noviembre de 2021.

Tres años después para Vélez la COP es una “cumbre de lagartos” y “burócratas”. Comparó el encuentro climático más grande del mundo con un torneo de fútbol, cuestionó si la gente que asistirá es importante o no y, lo que más ha causado revuelo dentro de la misma prensa, es que cuando preguntó por los medios de comunicación del país que iban a cubrir el evento se burló de Telepacífico y lo minimizó riéndose socarronamente. Todo esto en vivo y en directo. En el mismo encuentro de Glasgow, en el 2021, él cubriendo la mencionada cumbre anunciaba que Iván Duque se reunía con Joe Biden, presidente de los Estados Unidos. Es decir, La FM ha cubierto la COP, como lo hará Telepacífico y la gente que asiste es del nivel del mandatario de la primera potencia mundial.

Publicación de Luis Carlos Vélez en Twitter – 02 de noviembre de 2021.

Luis Carlos Vélez es prisionero del sistema que ha defendido por años, su actuar  responde a los intereses de sus empleadores, se ha congraciado, quiera o no, con los amigos de sus patrones, ha defendido lo indefendible, como los negocios aparentemente turbios del esposo de su compañera Darcy Quinn “la mujer mejor informada del país”, ha insultado y emplazado a los invitados de su programa que no piensan como él y -como su nivel de lectura de la situación del país es muy pobre- hasta se metió, sin darse cuenta, con los negocios de sus jefes. Al realizarse la COP16 en la ciudad de Cali, el bastión del Grupo Ardila Lülle, es evidente que los que pagaron por años la mediocridad de Vélez tienen intereses muy fuertes en esta cumbre climática.

Más allá de qué personaje importante del mundo asista a la cumbre, más allá de si vienen o no los grandes medios de comunicación o si las noticias en Europa, en Estados Unidos y en Colombia se llenan o no con notas sobre la COP16; lo que con seguridad va a suceder es que los expatrones de Vélez, los dueños de otros medios de comunicación y hasta Gilinski irán al evento para ver qué pueden lagartear, porque para ellos el evento sí es un festín de negocios y de burocracia, la misma que el periodista cuestionó, porque, oye, Luis Carlos, todo es cuestión de dinero.

*Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición del medio.

José Vargas

José Vargas

Estudió periodismo para preguntar porque nunca entiende nada y no sabe nada, por admiración a Jaime Garzón y por creer que alguien tiene que contar la historia. Por convicción es cuentista y novelista, más y mejor lo primero que lo segundo. Escribió su primera novela inspirado en el Llano colombiano e influenciado fuertemente por el tiempo, el territorio y el realismo. El susurro de las tripas fue publicado en tiempos de pandemia con Nueve Editores, editorial con la que repitió su segunda novela, El peso de la guitarra. Desde inicios del año 2023 está exiliado en Argentina, en donde escribió su nueva novela Las tareas de Simón, un acercamiento al estilo surreal e informal que ha buscado por años.

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