Revisión del POT de Villavicencio: entre la improvisación y la mediocridad
Sé que es redundante y se puede llegar a catalogar de pleonasmo insistir en que dos de las principales características de la administración de Felipe Harman son la improvisación y la mediocridad, sin embargo, el caso de la revisión del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de Villavicencio evidencia el nivel de uno de los rasgos más preponderantes de Felipe y su equipo de desgobierno: la precariedad intelectual.
En el 2020, la primera secretaria de planeación –Zuly Sánchez– aseguró que: “la idea es que en los dos primeros años de gobierno podamos tener ambas revisiones”, algo que evidentemente no sucedió. En el 2021 lanzaron el proceso de revisión que contemplaba la presentación del documento en mayo del 2022; fecha que incumplieron. Lo que no es extraño, pues el entonces secretario de planeación –Mario Romero– solo apelaba a premisas rimbombantes –muy acordes a las de su jefe–, pero que ni dimensionaba; como la “Escuela de ciudad con enfoque topofílico”; un refrito conceptual que buscaba “reconocer las realidades del territorio”, sin embargo, lo que se evidencia es todo lo contrario. La improvisación fue el derrotero no solo por el constante cambio de cronograma sino por el nulo entendimiento de la administración municipal de lo que estaba desarrollando, a tal punto que, las propuestas radicadas por la ciudadanía aún no tienen respuesta oficial; ni la tendrán.
Al iniciar este año; el afán se precipitó en la alcaldía y empezó a convocar a espacios de “participación ciudadana” insulsos, sin claridades metodológicas, con la carencia de rigurosidad que la caracteriza y con una celeridad que causó mucha suspicacia. Espacios en los que la interlocución, la deliberación concienzuda y la construcción mancomunada –como debería ser– no se dieron. La actual secretaria de planeación –Vanessa Sandoval– de forma reiterada aseveraba que: “lo más importante es garantizar la participación ciudadana”, no obstante, en lo que más se le insistió fue en la apertura de espacios de participación con las garantías necesarias para una discusión seria, pero la desfachatez arrastró a Felipe a radicar ante Cormacarena un proceso de revisión mediocre con múltiples vicios normativos.
Las banderas de la mediocridad y de la improvisación las ondean con orgullo hasta la fecha y no es raro que su retórica discursiva ahora se alinee a una postura más conciliadora; ese es el reflejo de su derrota –no solo electoral– sino porque saben que ya no es posible que el proceso de revisión se resuelva favorablemente para la alcaldía. Sí, lo que hoy está sucediendo con la revisión del POT es la respuesta a la andanada de estrategias mal calculadas; por no escuchar a la ciudadanía, por no definir metodologías, procesos de recolección de datos, sistematización y análisis que se pudieran materializar en la construcción de un documento de modificación acorde con las dinámicas de la ciudad, por el contrario, a lo que se han dedicado es a subestimar a las comunidades, a silenciar los espacios de deliberación, a perseguir intereses individuales y a perpetuar el ordenamiento territorial como herramienta transaccional a favor de politiqueros y terratenientes.
Desde el 2020 se le ha reiterado a la administración municipal que, si bien tienen la potestad de realizar una modificación excepcional de norma urbanística, no pueden eludir la condición establecida en el Decreto 1077 de 2015: “siempre que se demuestren y soporten en estudios técnicos los motivos que dan lugar a su modificación”, una premisa que saben que están incumpliendo y que lo único que intentan –con la carencia de rigurosidad de siempre– es maquillar sus movidas politiqueras.
Ante el delirio de Harman; es necesario recordarle lo que dijo hace cuatro años cuando ganó las elecciones: “un llamado a la sensatez y a la responsabilidad en lo que tiene que ver con la revisión excepcional del POT (…) las decisiones de estos dos meses no pueden afectar los distintos años (…) no se puede sacar a las carreras la revisión del POT”. Adhiero a las palabras del entonces alcalde electo y lo llamo a la sensatez, a la congruencia: no se puede sacar a las carreras este proceso, ya acepte que por su precariedad intelectual -y la de su equipo- a su administración le quedó grande uno de los retos más importantes y necesarios que requería la ciudad.