¿Rojo colonial? El Edificio Nacional y la UNIMETA: un caso emblemático de una mediocre «élite» local
#Opinión
22/10/2024
Por: Ómar Eduardo Gómez Reina
El edificio en cuestión hace parte de un hito urbano de evidente relevancia para la ciudad, es decir, en este caso la prioridad es el cuidado despliegue de lo público. Es obvio que la pintada hace parte de las labores de conservación del inmueble. Embadurnar esos muros sin una aproximación consciente a la significación sociohistórica del edificio y a su gramática arquitectónica no es demostración alguna de debido cuidado por parte del «propietario». Lo que devela este gesto es la concordancia entre la capacidad adquisitiva de una élite local gamonalesca y politiquera, su chapucera formación académica y su no menos precario cultivo de lo estético.
La decisión en torno a la aplicación de una paleta de color sobre la fachada de un edificio público tan relevante, y ubicado en un espacio público tan preponderante como el marco de una plaza central, no puede ser un asunto de elección caprichosa. ¿Cuál es la relación simbólica o socioestética de ese rojo carmín (“rojo colonial”) con el programa arquitectónico que dio origen a ese edificio? Ninguna. El Edificio Nacional es uno de los pocos ejemplares arquitectónicos locales en pie representativos del proyecto social modernizador del Estado en Colombia asumido por las repúblicas liberales de los años 30 y 40 del siglo XX.
Otro ejemplo local, de igual modo ninguneado, de este tipo de icónicas edificaciones, es el de la Concentración Escolar Policarpa Salavarrieta. Y otro más, a nivel nacional, la Ciudad Universitaria, sede desde 1936 de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. ¿Y cómo se conoce también ese proyecto? Otro de sus característicos nombres es Ciudad Blanca. El plan arquitectónico de «La Pola», también incluía, por supuesto, pintura blanca en sus fachadas y espacios interiores.
Para cerrar, un último ejemplo, entre cientos, útil para comprender con claridad este asunto relacionado con los vínculos entre arquitectura moderna y Estado en Colombia: la Biblioteca Nacional de Colombia. Igual, fachadas e interiores blancos, o, en los últimos años, luego de argumentadas discusiones patrimoniales, una suerte de suave color trigo, en ningún caso un matachinado ¡rojo colonial! Conceptualización histórica inherente a estos casos: proyecto político y social modernizador, claridad, eficiencia, austeridad. Desmonten esos horribles vidrios oscuros, esa espantosa ventanería en aluminio, indaguen en el repertorio de materiales originales. Esos edificios solían contar con puertas y ventanas de diseño específico en hierro o madera y algunas zonas aparecían con ladrillo a la vista.
Hagan de esa investigación un motivo académico serio en lugar de hacer día a día el ridículo con esa intervención tan torpe y negligente. Consulten los fondos documentales del Archivo General de la Nación y los repositorios que hagan falta. Si en verdad quieren ocuparse profesionalmente de ese inmueble –porque se supone que ustedes ofertan un programa profesional de arquitectura–, entonces contraten un equipo profesional multidisciplinar probo y restáurenlo hasta dejarlo como la joya arquitectónica que es. No especulen de forma tan chambona con las representaciones de lo público.
¿Entonces la elección del «rojo colonial» fue concertada con CORCUMVI y su oficina de patrimonio? Pues un hervidero de mediocridad y de ineptitud CORCUMVI y su oficina de patrimonio. Y con las banquitas chabacanas estas en forma de libros «institucionales» y toda esa larga serie municipal de sobrecosteados mamarrachos en hojalata pintada, bien puedan, señoras y señores «asesoras y asesores culturales», háganse una serie de parques temáticos focalizados en las fecundas relaciones entre ordinariez estética, corrupción y politiquería regional.