Todo es una puesta en escena

Todo es una puesta en escena

Estamos en un teatro gigantesco, repleto de gente expectante y con actores de primer nivel. El teatro de la ciudad, del departamento y del país no tiene nada que envidiarle al famoso Globo de Shakespeare, ya que, por fortuna, los políticos son los más grandes actores que ha dado la civilización. Esto con el respeto de los artistas y mis disculpas por semejante atrevimiento al que me veré inmerso en estas líneas.

Para que un teatro sea un teatro, es decir, desde lo funcional y no solo el armazón o el espacio físico, debe tener unas características esenciales. Lo primero son los actores y las actrices, los personajes que con sus cuerpos y sus voces darán forma a una historia, la gente que hace posible la representación, los que dan vida y la transmiten. Luego tenemos el público, todos ahí sentados en fila, atentos, inmóviles y que disfrutan de la magia de la representación de la realidad, ese escape romántico solo posible por el arte.

Hay una gente colgada malabarísticamente de un techo manejando luces y cortinas. Son esos que nunca se ven, pero uno sabe que están por ahí controlando la luz y sus sombras, es como la tensión visual que en cualquier momento dejará caer el telón para que la realidad surja. 

En el malogrado teatro de la política, maloliente por demás, atiborrado de gentuza de todas las calañas del hampa, está justo en estos días dando un espectáculo dantesco, pero por fortuna se está mostrando como lo que son, lo tenemos a la vista en donde todos y todas podemos percibir la teatralidad de cómo intentan disfrazar el robo que se está ejecutando.

Los guionistas, libretistas y directores son Juan Diego Muñoz, congresista por el Partido Verde, Juan Guillermo Zuluaga, gobernador del Meta, Felipe Harman, alcalde de Villavicencio y hasta personajes como la misma Maritza Martínez, su esposo Luis Carlos Torres, el clan de la contratación de los primos Pérez y su sobrino idiota útil Alejandro Vega. Esa gente ha logrado mantener la ilusión, los discursos capaces de comprar conciencias y de disfrazar el amaño de las elecciones para que todo parezca creíble. 

Afuera, en el calor de las tablas están los títeres y los bufones. Los que están en tarima se prestan para el espectáculo porque quieren un pedazo de pastel que sus patrones se van a repartir durante cuatro años y, desde luego, en un futuro aspiran a manejar la mafia. Entonces, saltan en escena Juan Camilo “El tritón” Chávez, un titán que lo maneja Juan Diego y Juan Guillermo, creando la compañía o banda de Los Juanes. Irina “La Marioneta” Salas sueña con llevar la bandera del progresismo, la misma que azota Felipe Harman desde el piso 10 y desde todos los medios de comunicación que ha cooptado y que ha comprado.

Alexander “Mi Villano Favorito” Baquero es un sujeto ruin irremediable, sin vergüenza alguna recibe gente de toda la calaña en su campaña disfrazada de cambio. Los godos camanduleros llevan doscientos años prometiendo una transformación y solo han sumido a este platanal en la desgracia. Uno de ellos ganará el premio al mejor actor durante cuatro años y su pandilla se repartirá la utilería que quede de ese bochornoso espectáculo.

Por ahí mismo está Rafaela “La Avioneta” Cortés, volando gracias al impulso de la plata de la gente del departamento, a esa inyección infalible de la corrupción de un gobernador poniendo gobernador o gobernadora, da igual. A esa gente no le importa si es hombre, mujer, perro, gato o viuda que apareció de la nada y que es usada para que el negocio no se le caiga ni por un accidente aéreo. Wilmar “El Niño” Barbosa entra en escena representando a un infante que no entiende nada, pero que come y come golosinas y que sueña con ser el dueño del negocio. Este prohombre quiere crecer en algún momento y demostrarle al resto que él puede ser un buen titiritero, que puede manejar los destinos de la mafia para engordar porque ha perdido peso. Como ganar el premio a mejor actor está embolatado, mandó a su esposa Dufay para que comprobará las mieles de la maquinaría de Harman.

Marcela “La Tía” Amaya y Darío “El Bigotes” Vásquez ya están viendo la obra por televisión, alguien les dijo que sus nombres no están en el sobre que anunciará el ganador. “La Tía” le está haciendo guiño a “El Niño” y “El Bigotes” se quiere conformar con lo que Harman y el jefe de “La Avioneta” le puedan lanzar si “La Marioneta” gana la alcaldía.

Manejando las luces y el telón está la prensa. Aquí hay dos tipos, están los inundados en pauta, como los medios digitales que son fácilmente reconocibles porque solo hablan y hablan de un candidato, les hacen campaña, son como influencers disfrazados de periodistas. Son la vergüenza de la profesión, porque optaron por autocensurarse, por vender sus micrófonos a la plata que sale de la alcaldía de Harman y de la gobernación de Zuluaga. Y están los que no tienen pauta y que ahora hacen periodismo desde la “independencia”, como si en el pasado no hubieran comido de esa gigantesca teta de lo público. Esos también en su momento se autocensuraron.

Hay jefes de prensa que convocan ruedas de prensa a favor de un candidato, jefes de prensa que hace unos años recibieron plata y de la buena, porque él y sus amigos cooptados por Harman necesitaban más y más. Es tan bueno el negocio que algunos se prestan de testaferros para fungir de dueños de medios de comunicación comprados por el alcalducho que tiene Villavicencio.

Al frente de los actores están los espectadores, la gente, el pueblo. Hay unos que miran la dantesca escena desde lejos, no les importa la obra, no les importa nada. Otros interesados, pero que ven la obra un poco más cerca, opinan, susurran, son como los espectadores críticos, los que mañana harán el debate un poco menos acalorado. Y, finalmente, está la gente en primera fila, esa gente es tan culpable y no lo saben, ni sospechan que contribuyen al espectáculo.

En ese último grupo está gente como usted, sí, usted que pregona, que corre a abrazar el candidato, que los besa, que los aplaude, que se pone camisetas, manillas, gorras y pelea con todo el mundo y hasta con el diablo porque se vendió, porque le cree al mafioso, porque cada cuatro años se pone una camiseta diferente, porque les cree, porque busca el beneficio económico y ha decidido ofertarse por unas monedas. Esa gente que da permiso para salir en un video hablando bien de un tipo o una tipa que ni conoce, que les llena canchas de fútbol, que se va para La Grama con un pito en la boca a molestar a la gente mientras ponen cenefas en los carros. Esa gente es la misma que uno ve hostigando cerca de los puestos de votación y que la mafia los bautizó de pregoneros.

La campaña política y todos sus altares morales, los discursos, los pregones, las caravanas, las apretadas de manos y los besos. Las ruedas de prensa, las “entrevistas” libreteadas, los videos, las fotos comiendo empanadas o haciendo piruetas en una moto. Las manos en pose de estadista en los discursos, el negacionismo de sus patrones y la gente que los apoya por un puesto es simplemente una puesta en escena. 

*Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición del medio.

José Vargas

José Vargas

Estudió periodismo para preguntar porque nunca entiende nada y no sabe nada. Es escritor porque en la ficción todo lo entiende y puede dejar de preguntarle a otros para preguntarse él. Escribe cuentos, novelas y cuanto relato se le ocurra para alejarse de la tragedia de ser colombiano. Escribe notas de opinión e investigaciones periodísticas para convencerse que la tragedia tiene forma de político bonachón y ladrón. La tragedia de la realidad es directamente proporcional a la realidad trágica de escribir en un mundo que ya no lee.

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