Villavicencio: la ciudad gris de Colombia

Una de las principales características de la politiquería es la superficialidad, esa ligereza del pensamiento que imposibilita la complejización del actuar. Un ejemplo claro de esa trivialización son las mal llamadas “jornadas de embellecimiento” de las ciudades, pues más allá de propugnar un trabajo colectivo en torno a lo común; son un refrito prosaico que busca de forma desesperada posicionar la vaga idea de que “se está haciendo algo”, de que hay un compromiso por el “cambio”, incluso –es tan insulsa la argumentación que– ese bodrio de banalidades se vende desde esa falsa bandera del “sentido de pertenencia”.

Es consabido que el extenso cúmulo de mandatarios fútiles que ha tenido Villavicencio ha apelado a esa misma estrategia, pero Alexander Baquero –el alcalde que por antonomasia es el equivalente a mediocridad–no se podía quedar atrás. Desde el tercer día de su administración convocó a la primera “jornada de embellecimiento”, pues necesitaba con premura que la ciudadanía recibiera el mensaje de que con él había llegado “un nuevo tiempo” a la ciudad y que empezaría a “arreglar la casa”; como lo ha vociferado innumerables veces.

El nivel de laxitud alrededor de la narrativa del “embellecimiento” llegó al punto de que –el pasado 27 de febrero– se aprobara en el Concejo Municipal –unánimemente– el Acuerdo 603 que “crea e institucionaliza una jornada de limpieza y embellecimiento en el municipio”, un proyecto de los concejales: Carlos Morales, Luis Carlos González, Carlos Andrés Velásquez, Omar Vaca y Diego Garay. Lo que no es extraño; pues la mayoría del concejo se ha caracterizado por su actitud servil con Baquero, le sigue el juego a sus estulticias, a sus arbitrariedades y hasta opera como divulgador y promotor de la andanada de sinsentidos que Alexander abandera. El precario discernimiento del concejo se ve reflejado en ese remedo normativo que no es más que un compilado de lugares comunes sin reflexión alguna: “cultura ciudadana”, “amor por lo público”, “apropiación y empoderamiento”, “orgullo por la ciudad”, “valores cívicos”, y por supuesto, no podía faltar el “sentido de pertenencia”.

Con base en ese acuerdo la alcaldía citó a su segunda “jornada de embellecimiento” los días 20, 21 y 22 de marzo como antesala del cumpleaños de Villavicencio. El resultado fue el que ya se podía vaticinar por lo ocurrido en la primera jornada: darle continuidad a la actitud retardataria del alcalde a partir de la censura de piezas de múltiples artistas. ¿Cuál será la fascinación de Baquero con ese color ceniciento? Al inicio pensé que tal vez era la forma pueril e inconsciente de suplir sus carencias de materia gris, pero con todo y mi acostumbrado modo irónico para analizar las frivolidades del poder; me propuse considerar otras conjeturas y recordé que uno de los temas en los que ha insistido Alexander es el turismo: ¿será que pretende vender a Villavicencio como “la ciudad gris de Colombia” haciendo una analogía con Popayán?, una idea que no me parecería rara teniendo en cuenta la habitual estupidez del alcalde, sin embargo, pude constatar que en uno de esos muros grises pintaron unas flores, como unas cayenas, ¿existirá la posibilidad de que Baquero le esté haciendo un homenaje a la cuidadora de sus votos: Irina Salas?

Sin importar las numerosas divagaciones que se puedan llevar a cabo para comprender las anodinas motivaciones de Alexander y su enorme experiencia con el planteamiento de despropósitos; lo cierto es que mientras la administración municipal y gran parte del concejo se dedicaba a “embellecer” la ciudad –que no fue otra cosa que limpiar algunos parques, pintar de gris muchos muros, sardineles y hasta los bloques de concreto que dejó instalados Harman en intersecciones viales como vestigio de su ridiculez– Villavicencio sigue atestada en homicidios, hurtos, amenazas y desplazamientos forzados, como lo advirtió la alerta temprana de inminencia de la Defensoría del Pueblo emitida el pasado 29 de febrero. Entre tanto, la Policía y el Ejército siguen persiguiendo arbitraria, desproporcionada e inconstitucionalmente a las y los consumidores por orden de un decreto expedido por Baquero que elude el marco normativo nacional en torno al consumo y porte de sustancias psicoactivas.

Villavicencio: “la ciudad gris de Colombia” es la perfecta metáfora de la incompetencia de su alcalde.

*Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición del medio.

David Díaz

David Díaz

Arquitecto, veedor de la Veeduría Popular de Villavicencio y cocreador de Vértice: un pódcast de crítica y opinión sobre arquitectura y ciudad.

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